domingo, 16 de octubre de 2011

SIRA


Supongo que la de hoy es una de las entradas más difíciles a las que me puedo enfrentar. Y supongo que es porque a través de ella me estoy despidiendo definitivamente de ti, y en el fondo no quiero.

Llegaste a nuestras vidas una lluviosa noche de Noviembre; bueno en realidad ya desde un poquito antes te colaste en nuestro corazoncito, sobre todo en el mío. Yo iba a ver a Antonio a aquella nave y tú siempre salías a recibir a aquel que llegase, de esa pequeñita caja de cartón que alguien te puso entre aquellos matojos que formaban tu hogar provisional. Antonio me resumía que eras propiedad de alguien de cualquiera de las casas de alrededor pero que no te hacían demasiado caso y que quizá por eso, habías optado por buscar en aquella nave llena de trabajadores tu peculiar hogar, al menos tu pequeño rincón en el que sentirte acompañada.  Me gustaste mucho, nos gustamos mucho. Allí eras perri para todo el mundo, pero nadie conocía  ni tu identidad ni tu origen. Tus continuas visitas a la misma hora a aquel lugar te hicieron merecedora del cariño de todos los que allí trabajaban, otorgándote ese apodo de perri e incluso consintiéndote ,aun sin deber, las licencias de hacer la vista gorda  al cerrar la nave, para que pasaras la noche a refugio.

Comencé a llevarte comida y tú me lo agradecías moviendo esa preciosa cola plumero que tenias y andando como podías hacia mí, a pesar de esos dolores de cadera debido al atropello que tiempo atrás nos contaron que tuviste y del que nadie te curó. Celia también te llevaba comida, eras perri para todo el mundo y casi te estabas convirtiendo en la mascota de aquel lugar.

Pero una noche apareciste en casa para mi sorpresa y desde aquel día no quise hacer otra cosa que cuidarte y mimarte como nadie jamás lo hizo. Llovía, y mucho y también hacia frio. Antonio volvía a casa y extrañó no verte como siempre en tu pequeña caja de cartón mojada y rota. Decidió andar un poco por la carretera y ahí estabas; entre la oscuridad apareciste tumbada en la calzada, en tu cama improvisada de esa noche pero de la que debíamos sacarte para que nadie te hiciera daño. Antonio te abrió la puerta para ofrecerte un lugar mejor y tú sin pensártelo dos veces subiste de un brinco al asiento del coche sin quejarte ni un momento de ningún dolor en tu cadera.

Esa noche Antonio llegaba más tarde de lo normal, pero de pronto sonó la llave, y entró; pero no como siempre: te cedió el protagonismo y entonces tú tímidamente empujaste la puerta del comedor con tu pequeña patita y asomaste la cabeza como pidiendo permiso para pasar. Mi reacción fue de emoción y rechazo al mismo tiempo porque tenia muchas ganas desde hacia tiempo de que estuvieras con nosotros pero al mismo tiempo sentía miedo de no saber cuidarte o de no poder atenderte como debiera. Recuerdo que viniste hacia mí moviendo esa cola tan bonita y no te quise tocar porque estabas literalmente empapada y tenías un color negro muy desagradable.
Mientras pensábamos qué hacer contigo nos cogimos unos guantes de látex y te  bañamos para sanearte un poco. Ese baño de agua caliente te supo a gloria; probablemente era tu primer baño. Entonces descubrimos tu color real: eras de un color canela precioso. Te secamos y te mostramos lo que seria temporalmente tu sitio: una pequeña manta en el suelo que asumiste sin rechistar y con agrado.
No extrañabas nada y a  la mañana siguiente nos recibiste como si lleváramos años juntos.  Supongo que sabias perfectamente que estabas con la que durante semanas te llevaba esas deliciosas croquetas de cocido y que por lo tanto no estabas en mal lugar.

Poco a poco las dudas se disiparon y asumimos que formarías parte de nuestro hogar.  Las sospechas de tu posible nombre como el de Sira por la gente del lugar, nos convencieron para mantenértelo para que no perdieras una de las pocas señas de identidad que sí conocías.

Todo era nuevo para ti: tu menú diario de pulgas se cambió por unas deliciosas latas de carne, dejaste de beber agua de los charcos para tener tu propio recipiente con agua limpia y fresquita, pero lo mejor de todo fue cuando te enseñamos tu primera cama. Sustituiste esa deteriorada caja de cartón por una cesta blandita que en cuanto la viste saltaste dentro y no querías salir de ella: te estirabas, te ponías patas arriba, jugabas con ella… estabas como loca. Hasta el día de hoy ese ha sido tu lugar preferido.

Viniste con muchos traumas que nos costó que superaras, pero era tanto el cariño que despertabas en nosotros que tuvimos toda la paciencia del mundo en esperar a que fueras tú quien marcara el ritmo, quien dictara el momento en el que estabas preparada para superar todos esos miedos.
Temblabas cuando oías una voz alta, no te gustaban los niños, las bicicletas te daban pavor, y con los petardos te bloqueabas sobremanera. Nos costo casi un año que nos dejaras cogerte en brazos sin rechazarnos, apenas podíamos tocarte las pequeñas patitas y cuando nos arrimábamos más de la cuenta para alguna caricia te quedabas rígida, excesivamente sumisa y dejándote hacer. Tú nos dabas pistas de tu vida anterior.
Pero superado ese periodo, empezaste a confiar en nosotros.  Siempre estabas a nuestro lado, a nuestros pies y de repente una noche te subiste al sofá y con tus pequeñas patitas nos pedias caricias. Nos quedamos tan impresionados que nos deshacíamos en caricias contigo.
A partir de ese momento te convertiste en nuestra más fiel compañera de batallas. Nos propusimos enseñarte todo lo que alguien en una vida anterior no se preocupó en que conocieras; no escatimamos en los cuidados necesarios y quisimos que te sintieras hasta coqueta con esos cortes de pelo veraniegos, pese a tu edad, que sospechábamos.
Te enseñamos a jugar, a pasear en lugar de deambular, a viajar mucho (de hecho te encantaba viajar); quisimos enseñarte lo que era un hogar, una familia. Poquito a poco ibas perdiendo esa mirada triste. Te llevamos a los rincones que mas nos gustaban para que los disfrutaras con nosotros, la montaña, la nieve, nuestri norte... y así por fin un día conociste el mar. Hasta el momento creo que ha sido el lugar que mas te ha gustado, en el que más has disfrutado.
Recuerdo la primera vez que pisaste la arena de aquella cala en Galicia. Nos quedamos anonadados cuando al contacto de la arena en tus diminutas patas algo recorrió todo tu cuerpo y comenzaste a correr de un lado a otro con la cara desencajada de felicidad. Era como si te sintieras libre por primera vez y capaz de hacer de todo pese a todas tus limitaciones.

Era la primera vez que te veíamos correr, de hecho no pensábamos que pudierais hacerlo por ese golpe en la cadera que tan despacito te hacia levantarte y andar. Pero sí podías y de qué manera. Sentíamos una felicidad tan grande de ver lo que estabas disfrutando que en viajes siguientes siempre intentábamos llevarte cerca del mar para tu disfrute.  Has viajado muchísimo, y en todos los lugares has sabido comportarte como fiel compañera.

Podría estar horas y horas contando mil anécdotas vividas contigo, como cuando Kiko llegó a casa y supiste cederle el papel protagonista sin rechistar (aunque sabes que nunca dejaste de ser la protagonista); pero necesitaría muchas líneas más.
Ayer te marchaste, de una manera fulminaste, pero fiel a tu estilo: tranquila y sin molestar a nadie. Tu pequeño corazoncito dejó de latir de repente mientras paseabas por donde durante unos años era tu actual  hogar. Aun seguimos creyendo que esto no ha pasado, pero debemos asumir que si, que ya no estás, al menos físicamente.

Y digo esto, porque jamás vas a desaparecer de nuestras vidas.  Fuiste nuestra primera “mascota” aunque no me guste denominarte así, ya que para nosotros desde el primer momento has sido un miembro mas de la familia.
Has sido y serás “especial”, única.  La perra más obediente y educada por naturaleza, cariñosa hasta decir basta, conformista, compañera, mediadora de batallas, consejera…. Esa mirada decía tanto sin decir nada…. Muchos te denominaban pachorrona, pero lo correcto seria definirte como la serenidad y la mesura en persona.
Uno sentía estar con algo más que un perro a su lado. No permitías que estuviéramos solos cuando enfermábamos, las siestas siempre mejor cerca de nosotros….  Tu ilimitado cariño y gestos no se pueden describir con palabras, al menos yo no puedo. Insisto para nosotros eras ÚNICA. Un ejemplo de superación constante pese a lo duro de tu vida anterior.  Vivías para amar y que te amaran, el resto para ti era tan secundario….   Anteponías una caricia a cualquier apetitoso plato de comida y con el tiempo aprendiste también que el egoísmo a veces no era tan malo.

Solo nos queda este pequeño homenaje a través de unas líneas para decirte allá donde estés que te queremos con locura.  Si, en presente, aun hoy y para siempre. Que siempre has sido una perra especial desde que nos conocimos y que nunca podremos olvidarte. Siempre estarás en nuestro corazón porque tú nos has enseñado las diferentes maneras de amar incondicionalmente (aun cuando creíamos conocerlas ya).
Una perra discreta hasta el último momento, cosa que sinceramente me dio rabia, que incluso en tu despedida tampoco quisieras molestar.  Ojalá te hayas reunido con Celia y Jordi que tanto preguntaban por ti, que tanto te querían también, para que desde otro lugar te sigan mimando y cuidando como hasta ahora.  Queremos que tengas presente que a pesar de ser un “simple perro” como mucha gente pueda pensar, para nosotros has sido tan importante o más que muchas personas o incluso muchas  de las cosas que nos han pasado hasta ahora. Siempre nos has transmitido la paz que necesitábamos en todo momento y era tan descarado para los demás el cariño que te teníamos que incluso fuiste  digna de mención en los discursos de uno de los días mas importantes de nuestra vida.

Nosotros al menos queremos pensar que como humanos, te hayamos dado todo el cariño y cuidados que te faltaban y que te merecías. Que durante estos años con nosotros hayas tenido la felicidad que un día alguien te quitó y que sobretodo hayas sentido el calor de un hogar que nunca tuviste.
Nos hemos deshecho en esfuerzos pero tu constante conformismo nunca nos dejará saber si así lo sentiste. Nosotros por tus pequeños gestos, queremos pensar que si. Ayer tu luz se apagó, pero no para siempre, porque fue tan intensa durante todos estos años que seguirá alumbrando nuestro camino allá donde vayamos, y tu siempre nos acompañarás.
Hasta siempre Sira.


No hay comentarios:

Publicar un comentario